
Del tiempo.
El primer viraje empleado en natación
fue, sencillamente, llegar a la pared, tocarla, o cogerse a ella cuando
esto era posible (algunos nadadores llegaban a agarrarse con ambas
manos) y girando el cuerpo, empujarse contra la pared, lanzándose en
sentido opuesto al que se había llegado. Se trataba, sencillamente, de
cambiar de sentido lo más rápidamente posible, aunque sin creer todavía
que podía ganarse un precioso tiempo en cada viraje, tanto más que hasta
1922, muchas de las piscinas en las que se nadaban las competiciones
más importantes (Juegos Olímpicos) tenían una longitud de 100m., por lo
que los virajes tenían menos importancia que en la actualidad.
Parece ser que fue el norteamericano Perry McGillivray,
campeón olímpico de 4x200m. crol en los Juegos de Amberes-1920 que, a
principios de aquella década se dedicó a perfeccionar sus virajes,
ideando uno nuevo que hizo escuela entre los nadadores USA.
Dejemos hablar al propio McGillivray, por boca de John Weissmuller en su libro “Swimming the crawl”.
“En el momento que tu tocas
el muro de la piscina con la mano derecha, dejando el brazo izquierdo
atrás, llevas la cabeza hacia la izquierda, flexionando las piernas
sobre el tórax, y girando el cuerpo en dirección al otro extremo de la
piscina y te hundes profundamente en el agua. Después, llevas el brazo
derecho por debajo de tu cuerpo para juntarlo con el izquierdo, y te das
un empujón en la pared con los dos pies, aprovechando el deslizamiento
hasta que salgas a la superficie, justo en el momento de iniciar tu
brazada. Puedes ver que es lo contrario de la salida: en la salida se
intenta ir por encima de la superficie del agua; en el viraje hay que
hundirse.
En las 100 yardas, no tienes
porqué respirar durante el viraje y el deslizamiento. Has de girar
rápido para que puedas conservar el ritmo de tu respiración.
Cuando nades las 100 yardas
no tienes porqué coger ni apoyarte en el muro, para que no pierdas
impulso. En el momento que te acerques al muro, empieza ya a girar el
cuerpo, rozando únicamente el muro con la punta de los dedos. Piensa que
el muro no puede variar tu velocidad, y que si tienes que tocarlo es
únicamente para respetar el reglamento y demostrar que has cubierto
totalmente la distancia exacta de la prueba.”
Este viraje, popularizado por Johnny Weissmuller (que lo aprendió de McGillivray,
y, según él, le ayudó, y no poco, a mejorar sus tiempos) se fue
perfeccionando poco a poco, aunque servia únicamente para los
velocistas, puesto que los fondistas seguían aferrados al antiguo
viraje, más sencillo y con el que podían respirar más fácilmente.
Este viraje generó diferentes
modalidades aunque todas tenían en común el “encoger” del cuerpo dentro
del agua para cambiar el sentido del avance. Maria Lenk, en su libro “Natação” nos explica perfectamente la visión que sobre este viraje tenia el entrenador Takashiro Saito, entrenador que fue de los nadadores brasileños durante un cierto tiempo.

No fue hasta finales de los 20, y
principios de los 30, que los fondistas japoneses demostraron una nueva
forma de viraje que poco a poco hizo escuela, hasta convertirse en el
viraje más practicado por todos los nadadores de crol, fueran velocistas
o fondistas. Dejemos que el brasileño José Maria R. Lamego
nos cuente esta nueva forma de virar, según lo deja escrito en un
delicioso libro que escribió en 1937, después de haber presenciado en
directo, un año antes, los JJ.OO. de Berlin, en los que los crolistas
japoneses tuvieron un destacado papel.
“Cuando el cuerpo se
aproxima a la pared, se gira completamente de lado, el brazo inferior
completamente estirado al frente, mientras el otro permanece pegado a lo
largo del cuerpo. Cuando la mano alcanza el muro, las piernas son
llevadas por debajo del cuerpo, y el cuerpo invierte el sentido, aunque
sin movimiento de rotación en relación a la superficie del agua.
El brazo que se encontraba a
lo largo del cuerpo está ahora estirado al frente (el cuerpo cambio de
sentido) y solo cuando los pies en contacto con el muro de la piscina, y
las piernas dobladas están preparadas para iniciar el impulso, es
cuando el brazo que ha tocado el muro, se lleva a juntarse con el otro,
simultáneamente con el movimiento de empuje de las piernas. El cuerpo,
siempre de lado, y ahora sumergido unos 40-60 centímetros bajo el agua,
describe una trayectoria bajo el agua con los brazos estirados al
frente, girando lentamente para retomar la posición en el mismo momento
que se inicia la brazada.”

Hacia finales de la década de los 30, aparece el primer viraje con “rolido”, llamado también “culbute” (también conocido como “Rawls”) es decir, con giro alrededor del eje transversal del cuerpo. Parece ser que fue la norteamericana Kathrine Rawls
(7a.de la final de los 100m.crol en los Juegos de Berlin-1936, y
medalla de bronce del 4x100m.crol) quien lo demostró, por lo menos en
competiciones internacionales, aunque no podemos estar seguros de que
fuera ella quien lo ideara. Este viraje tenia la gran ventaja de que las
piernas se pasaban por encima del agua, lo que eliminaba la mayor parte
de la resistencia en el cambio de sentido al avance. El viraje podemos
explicarlo de la siguiente manera.
“Cuando la mano llega al
muro, se tuerce en supinación forzada, es decir, con las puntas de los
dedos mirando al fondo de la piscina, apoyando totalmente la palma en la
pared, con los dedos bien abiertos, a fin de conseguir el mayor apoyo
posible. Con este movimiento se consigue que el cuerpo gire en mayor o
menor grado hasta quedar de espaldas. Después se lanza la cabeza
bruscamente hacia atrás, mientras las piernas se lanzan con un doble
movimiento, elevación y flexión, hacia atrás. El cuerpo ejecuta una
media voltereta que es bloqueada por la cabeza, tan pronto los pies
toman contacto con el muro, mientras los brazos, por efectos de la misma
voltereta, son llevados hacia el frente, quedando ya el cuerpo en total
disposición de darse el impulso.”

Otra modalidad de viraje “culbutado”
fue el empleado mayoritariamente por norteamericanos y australianos a
finales de la década de los 50. Era un viraje “rawls” aunque el apoyo de
la mano en la pared se efectuaba de manera retardada, cuando ya las
piernas volteaban por el aire.
En los inicios de la década de los
60, estas diferentes modalidades de viraje de los velocistas empezaron a
dar problemas a los jueces de virajes. La obligación de tocar el muro
con la mano en cada uno de los virajes chocaba, lógicamente, con el
deseo de los nadadores de hacer el viraje lo más rápidamente posible, y
ganar, con ello, décimas al cronómetro. En lugar de apoyar la mano en el
muro (posición claramente visible desde el lugar del juez de virajes)
los nadadores empezaron a deslizar la mano por la pared, un movimiento
que ya no era tan visible para los jueces de virajes, tanto más que los
remolinos y la espuma que generaban los movimientos del nadador
dificultaban todavía más la visión.
Esto no ayudaba en nada la percepción
de quienes eran los que hacían virajes reglamentarios y los que se
saltaban el reglamento “a la torera”, por lo que la FINA decidió tomar
cartas en el asunto, reglamentando que, a partir del 1 de enero de 1964,
no seria preciso tocar la pared con cualquiera de las dos manos, sino
únicamente con cualquier parte del cuerpo. Esta regla pervive todavía en
nuestros días, por lo que no es preciso comentar como ha evolucionado
el viraje desde aquel ya lejano 1964, puesto que rápidamente comenzaron a
practicarse los virajes que hoy en día podemos ver en cualquiera de
nuestras competiciones de crol.
Primero los velocistas, después los
mediofondistas, finalmente los fondistas, fueron acostumbrándose a los
nuevos virajes, que dejaron de ser patrimonio de cualquiera de ellos,
para pasar a ser empleados por todos. El entreno, que todo lo puede, y
todo lo “cura”, hizo el resto.
Digamos, finalmente, y únicamente
como anécdota que en 1962, cuando todos los fondistas empleaban el
“viraje japonés”, el sabadellense Miquel Torres, sub-campeón de
los 1.500m.crol en los Europeos de Leipzig de aquel año, fue el único
que efectuó todos los virajes en la modalidad de “culbute”, un hecho que
llamó la atención de todos los técnicos presentes, y que mereció su
citación en el libro “Forbes Carlile on Swimming” que este entrenador
publicó un año después.
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