El por qué practicamos deporte, y para
qué lo practicamos, son las cuestiones más repetidas dentro del sector
deportivo. Hay muchas teorías relacionadas con estos aspectos, aunque
muy pocas están respaldadas científicamente por estudios que
cuantifiquen la importancia de los diferentes aspectos que nos mueven a
tomar la decisión de realizar un ejercicio físico. Aunque en la edad de
la infancia el movimiento y el propio cuerpo formen parte de todo
nuestro proceso de formación tanto física como intelectual, parece que
cuando crecemos las motivaciones para seguir practicando serán otras.
Existen estudios realizados por que ponen de manifiesto que la práctica deportiva de los
progenitores es determinante en la realización de deporte, como también
lo es el hecho de haber disfrutado de un pasado activo. Por otra parte,
las condiciones sociales también son decisivas. Como afirma Smith
(2010), existen elementos como la pertenencia a una u otra clase social,
el nivel de instrucción o la ocupación influyen decididamente sobre la
práctica de deporte. Se manifiesta entonces que la cantidad de ejercicio
físico que se realiza se incrementa junto con el nivel de estudios,
nivel de renta y estatus socio económico. Podríamos relacionar el nivel
de concienciación social sobre el valor del cuidado corporal, tanto por
fines estéticos, competitivos como por temas de salud, lo que hace
valorar el deporte como parte fundamental de la vida diaria de las
personas.
Es este último motivo, la mejora de la
salud, el que en los últimos años ha sido el revulsivo para que una gran
parte de la población se haya convertido en población activa y poco a
poco existan menos personas sedentarias. Además, las recomendaciones
médicas para la prescripción de ejercicio físico han aumentado por los
altos porcentajes de muerte por enfermedades cardiovasculares, las
cuales se pueden prevenir con el ejercicio físico.
Son muchos los estudios epidemiológicos que ponen de manifiesto la
innegable relación entre ejercicio físico y salud, aunque manifiestan la
dificultad de llevar a cabo estudios longitudinales que evidencien
relaciones causales. Estos estudios se basan en un paradigma biológico,
ya que utilizan indicadores físicos (ritmo cardíaco, tensión arterial,
dolores musculares, etc.) para medir la salud de la población objeto de
estudio. Con base en estos indicadores, se estima que entre un 9% y un
16% de las muertes producidas en los países desarrollados pueden ser
atribuidas a un estilo de vida sedentario, tal y como indica Entrala et
al. (2003), teniendo en cuenta que estos hábitos de vida van asociados
en muchos casos a otros factores de riesgo como hábitos alimentarios
poco saludables o consumo de tabaco y/o alcohol.